¿Son sanos nuestros alimentos?

¿Son sanos nuestros alimentos?

¿Son sanos nuestros alimentos?

¿Cómo podríamos descubrir que nuestro o café, nuestra harina o nuestro azúcar habían sido adulterados, que nuestros guisantes en lata habían sido coloreados con sales de cobre, y nuestras mermeladas con tintas de anilina?

Y aunque hubiéramos llegado a saberlo, de qué nos habría servido si no teníamos en nuestro entorno próximo otro lugar donde poder encontrar alimentos en buenas condiciones.

¿son sanos nuestros alimentos?

Un informe alarmante para los consumidores, incluso 114 años después de haber sido publicado. Cuando Upton Sinclair escribió “La jungla”, un alegato contra el procesado de los alimentos americanos y los valores sociales, ayudó a adelantar las reformas que convirtieron a la comida americana en la envidia del mundo.

Hasta hace muy poco. Porque durante la última década ha aparecido una nueva causa de preocupación respecto a los métodos que proporcionan el alimento a los Estados Unidos.

La protesta alcanzó su cima hace 30 años cuando, en una sola semana, los expertos eliminaron las manzanas de las comidas escolares debido a un producto químico utilizado por algunos cosechadores de manzanas.

Se descartaron toneladas de fruta procedentes de Chile porque dos uvas habían sido inyectadas con cantidades mínimas de cianida, provocando el pánico.

Hubo que destruir medio millón de pollos porque contenían un producto químico prohibido para el uso humano.

¿Hay algo sano? La respuesta es prometedora. El alimento en Estados Unidos y Europa es abundante y, por lo general, bastante sano, más aún que en el pasado y más que en la mayoría de las naciones del mundo.

Pero hay algo más que encontrarse con unas comidas muy presentadas. La preocupación de la generación de Upton Sinclair se concentraba en los ingredientes peligrosos y los métodos de producción.

Ahora padecemos el acoso de las sustancias químicas invisibles, que dan a la comida un aspecto bonito y pleno.

¿Pero cuáles son las consecuencias de los residuos químicos que se infiltran en el cuerpo humano? ¿No son los productos químicos sintéticos los más peligrosos? ¿Cómo podemos limitar nuestra exposición a los pesticidas?

Detectables pero no necesariamente peligrosos

vigila tus alimentos

Los agricultores se apoyan hoy en centenares de pesticidas para controlar los insectos y las malas hierbas que amenazan las cosechas y potenciar el rendimiento por hectárea.

La Agencia de Protección del Entorno (EPA) en Estados Unidos, AESAN en España y  la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) establecen niveles aceptables de residuos de pesticidas en los alimentos.

Esos niveles permiten un amplio margen de seguridad. Los límites de peligro de los residuos suelen establecerse varios cientos de veces por debajo del nivel que podría llegar a causar el efecto mínimo.

La Administración de alimentos y Fármacos (FDA) estima la cantidad de residuos de pesticidas consumidos por los americanos comprando alimentos en tiendas locales de todo el país cuatro veces al año.

Las comidas se preparan al estilo casero y se analizan después para buscar los residuos de pesticidas. Los resultados de ese estudio demuestran que, después de ser limpiados, pelados y cocidos, los alimentos contienen, por lo general, menos del 1 por 100 de la cantidad aceptable de pesticidas establecida por organizaciones internacionales.

La FDA recoge también muestras de alimentos cultivados domésticamente e importados de otros países. De las 14.492 muestras analizadas por la FDA en 2017, más de la mitad eran importadas, y procedían de 79 países. 

La mayor cantidad era mexicana, debido al gran volumen de frutas y vegetales exportado por ese país. 

No aparecieron residuos en más de la mitad de las muestras domésticas e importadas), y menos del 1 por 100 contenían residuos que excedían los límites regulatorios.

Sin embargo, aún no se han establecido límites para el uso de todos los pesticidas en cada tipo de alimento.

El presupuesto y el personal de la FDA no permite un control absoluto, y el proceso general deja espacio para una cierta variabilidad.

¿Como asegurarnos de que no tenga químicos el producto que compramos?

Y el cuadro se va haciendo cada vez más complicado. A principias de los setenta, la EPA recibió autoridad para fijar los niveles de uso de pesticidas  porque, en aquella época, una vieja cláusula permitía que se siguieran utilizando muchos productos químicos sin que pasaran pruebas suficientes para confirmar su nivel de seguridad.

Para asegurar el producto que compremos, damos estas sugerencias:

  • Limitar la exposición a los pesticidas: La EPA sugiere lavar y frotar la cáscara o piel del producto o pelarla cuando sea posible. Nota: algunos productos químicos son sistémicos y se distribuyen a través de todo el alimento.
  • De compras. Busca alimentos de temporada y, si es posible, producidos en los alrededores. Es más fácil que no contengan pesticidas para alargar su duración. Pero no siempre se puede conocer el origen del producto que compramos.
  • La opción «orgánica»: El término «orgánico» significa pue el alimento se ha cultivado sin aditivos químicos .
Hay que lavar frutas y verduras

El concepto es muy hermoso, pero no es uno solución mágica. Los alimentos orgánicos suelen ser más caros, menos «bonitos» y de menor duración.

En una época en que muchas granjas tratan de sobrevivir, conseguir alimentos orgánicos es un reto económico. Las regulaciones que gobiernan las granjas de alimentos orgánicos son varias.

Por ejemplo, los estados requieren diferentes periodos de tiempo en que la tierra cultivada debe estar libre de productos químicos para que el alimento sea clasificado como orgánico.

”LIBRE DE RIESGO” ES UNA IMPOSIBILIDAD

Mientras que algunas sustancias naturales y sintéticas de los alimentos han sido asociadas con el cáncer en los animales de laboratorio, este peligro no es el mismo que el potencial cancerígeno del tabaco y el alcohol, los agentes do ciertas profesiones (el asbesto, por ejemplo), y los niveles de exposición a la luz solar y a los rayos “X”.

Y, aunque se conocen ya bastantes de los riesgos de cáncer, es muy difícil cuantificar el peligro para un individuo específico.

La edad, la genética, la salud general, la ocupación y el estilo de vida influyen en nuestra vulnerabilidad ante el cáncer.

En términos alimenticios, hay que tener en cuenta que el incremento del consumo de frutas frescas y vegetales puede disminuir el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cánceres.

Hasta un punto, nuestra sociedad está maldita por su propio éxito. Hemos adquirido un control inusitado sobre muchos du los azotes de la vida.

Algunas enfermedades, como la viruela o la polio ya no constituyen una amenaza contra les sociedades desarrolladas.

Los planes de seguros y las jubilaciones suponen una seguridad para nuestros periodos de vejez o enfermedad. Pero las expectativas de que puedan ser eliminados todos los riesgos y controlados todos los problemas son falsas y peligrosas.

En cuestión de alimentos lo mismo que en otros aspectos de la vida, hay que sopesar los riegos y los beneficios.

Mientras que todavía hay más posibilidades de controlar la calidad de los alimentos consumidos, nuestra conclusión es que, en general, podemos tener confianza en la seguridad de lo que estamos comiendo. 

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